Una visita al Círculo San Miguel de Lliria.

Por Javier Urcelay.

Artículo publicado en AHORA INFORMACIÓN el 26/06/2024

He tenido ocasión de visitar el Círculo Católico San Miguel en Llíria (Valencia). Un deseo largamente acariciado, que me ha deparado la oportunidad de cumplir la presentación de mi biografía de María Rosa Urraca Pastor. Y solo puedo felicitarme por ello.

El Círculo San Miguel es el último superviviente en activo de los viejos círculos carlistas puestos en marcha por el marqués de Cerralbo en el gran relanzamiento del carlismo que tuvo lugar, bajo su mandato, a finales del siglo XIX y primera década del XXI. Se trata, por tanto, de un Círculo carlista con más de cien años de historia, aunque haya cambiado tres veces de sede a lo largo de ese periodo.

Entrada al Círculo San Miguel, con un elocuente rótulo carlista

El emplazamiento actual, mantenido desde 1964, está situado en la calle San Vicente de Paul, y cumple ahora 60 años, que tampoco es poco tiempo, teniendo en cuenta la volatilidad habitual de las obras emprendidas por los españoles. Aniversario que piensan celebrar organizando una serie de conferencias y actos, del que la presentación de mi libro era el primero. Mi agradecimiento a Rafael, su presidente, y a Héctor, que es hoy su alma mater, por su gentil invitación y hospitalidad.

Acto de presentación de la biografía de MR Urraca Pastor

La visita al Círculo de Llíria permite entender a la perfección lo que eran los viejos círculos carlistas como espacio de sociabilidad y cohesión social en fidelidad a la Causa compartida. Con las variantes propias de cada caso, determinadas por la superficie ocupada o posibilidades de cada inmueble, el círculo de Llíria dispone de todos los elementos que los caracterizaban: el bar en el que compartir un café, un trago o un almuerzo, el salón de actos, la biblioteca o sala de lectura, las pequeñas dependencias de reunión y ese rasgo común que nunca faltaba: los recuerdos e iconografía de nuestros reyes, héroes y símbolos atiborrando las paredes … En el caso del San Miguel, hasta un cine que otrora fue el único que existía en el pueblo (y por el que pasaron en su día todos los vecinos, dando enorme popularidad e influencia al círculo).

El salón de actos alberga un verdadero museo de recuerdos carlistas

Hoy el carlismo es para muchos una experiencia puramente teórica, un conjunto de ideas o de figuras y episodios conocidos en los libros o en páginas de internet, desprovisto de ese calor vital que dan la experiencia sensorial, afectiva, emocional, humana…

En las paredes del círculo San Miguel la historia se hace presente: la historia del carlismo en general, pero, sobre todo, la historia particular, concreta y cercana de los carlistas de Llíria, del carlismo valenciano. Allí el gran retrato del brigadier Santés, natural de Llíria, o la foto de los tres requetés del pueblo que se incorporaron al Alzamiento escapando de la zona roja. O las banderas de los entonces llamados Centro Legitimista, o de la Juventud Tradicionalista, las Margaritas…

Banderas históricas del carlismo valenciano

José Santés y Murgui (Liria, 1817-Francia,), el héroe local, al estallar la primera guerra carlista en octubre de 1833 fue a Morella a incorporarse a las fuerzas carlistas con el barón de Herbés. En abril de 1837 era ya capitán del segundo batallón cazadores del Cid. Hecho prisionero en 1838 en Andalucía, estuvo 18 meses prisionero junto con su padre en el castillo de San Sebastián de Cádiz, volviendo a caer prisionero en 1840. Negándose a acogerse al convenio de Vergara, pasó a Francia reunirse con su padre y hermano.

Retrato del general Santés, natural de Llíria

Durante la Segunda guerra carlista entró en España en 1848 poniéndose a las órdenes de Cabrera y mandando todas las fuerzas que operaran en el distrito militar del Turia. Acabada la guerra, se exilió de nuevo a Francia con el empleo de teniente coronel, en cuyo país contrajo matrimonio y permaneció emigrado veinticuatro años, fiel a sus ideas legitimistas.

En abril de 1873,  Santés -que había participado en 1860 en el fallido desembarco de San Carlos de la Rápita con el general Ortega-, se alzó de nuevo en armas participando en la Tercera Guerra Carlista. Sirvió en el Ejército Real del Principado a las órdenes de Savalls, fue nombrado segundo comandante de la provincia de Valencia, mandó el regimiento de Caballería del Cid, fue jefe de la brigada de Chiva y tuvo interinamente la Comandancia General de Valencia en 1873.

Acabada la guerra, Santés pasó de nuevo a Francia, donde falleció sin que se conozca la fecha de su muerte.

Maravilla entrar en un local que te recibe con un rótulo vertical en el que se lee “Carlistas”, traspasar una cristalera de acceso al bar que muestra serigrafiada el águila bicéfala, o de la que cuelga un azulejo con el nombre de Carlos VII, rótulo de una calle del pueblo que al ser cambiado fue salvado dela destrucción por un socio del Círculo. Sentarse en el bar en unas sillas troqueladas con un visible y valenciano “carlistes” en el respaldo, admirar los cuadros que por todas partes cuelgan de las paredes del salón de actos. Besar con unción casi religiosa banderas de otros tiempos, de cuando los hombres y la forma de entender la vida eran de otra manera…

Los símbolos carlistas están presentes desde la misma entrada

El acto estuvo concurrido. El Círculo tiene más de cien socios, comerciantes, pequeños funcionarios, gente del campo, hombres y mujeres comunes del pueblo, como lo fueron los que se incorporaron a los ejércitos carlistas en tres guerras del XIX, y los que engrosaron la nómina de los mártires en la última Cruzada del XX.

Cartel con los mártires carlistas valencianos beatificados por Juan Pablo II

Me sorprendió el interés, la espontaneidad, esa capacidad para conjugar el “nosotros” que empieza por la fidelidad a “lo nuestro”, a la tradición que hemos recibido y en la que nos insertamos, de la que formamos parte. Eso se echa en falta en nuestros actos en Madrid, allí, entre urbanitas y cosmopolitas anónimos, las cosas son de otra manera.

Con toda naturalidad son carlistas, como lo fueron sus mayores, como lo han sido los hombres y mujeres de tantos pueblos de la región levantina, del Maestrazgo, de Valencia, de Llíria, en cuyo callejero todavía se conserva la calle de Alfonso Carlos I, del general Santés… en un anacronismo con los tiempos que corren que, de no haberlo vivido, me parecería inverosímil.

Creo que los carlistas que aún quedan por España harían bien en pasar por Llíria y visitar el Círculo San Miguel si tienen oportunidad. Porque los ojos, el tacto, el oído y el gusto son el mejor aliado para convencernos de que todo aquello que leímos o descubrimos en internet, existió, y de que aquellos hombres tenían rostros concretos que aún pueden conocerse.

Yo doy testimonio, porque en Llíria los he saludado.

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