Orts

Por Víctor Puigdengolas

Hace escasamente un par de semanas que hablé por última vez con José Miguel. Me avisaba de que varios números digitalizados de la revista que él dirigía –‘Reino de Valencia’– no se encontraban en el blog que los debía albergar y me pedía encarecidamente que lo solucionase. No era inusual que José Miguel me llamara para corregir un texto o cambiar cualquier matiz. Era consciente de su responsabilidad como director de la revista y procuraba hacer, sin grandilocuencias y con los medios que Dios había puesto a su alcance, un trabajo digno y ‘bien hecho’. Por algo una de sus máximas era que ‘lo mejor es enemigo de lo bueno’.

Conocí a José Miguel a resultas de mi afiliación en la Comunión Tradicionalista Carlista (CTC) hace más de veinte años. Por aquel entonces él ostentaba el cargo de presidente regional y fue quien me dio la bienvenida al carlismo valenciano, a quien yo me había acercado por mediación de un buen amigo benicarlando. En años siguientes José Miguel sería una figura omnipresente en los actos organizados por los círculos carlistas valencianos o por la CTC, ya fueran conferencias, juntas del círculo, congresos nacionales o las tradicionales celebraciones carlistas de Bocairent, del Cerro de los Ángeles (Getafe) o de la Exaltación de la Santa Cruz, que anualmente organiza el círculo carlista “San Miguel” de Lliria y de la que José Miguel ha sido su último pregonero.

No podemos dejar pasar que José Miguel fue siempre fiel a sus principios y leal a sus lealtades. Nunca perdió la esperanza en que el Carlismo se reencontrara de nuevo con su Dinastía, y para tal fin no tuvo reparo en aparcar viejas rencillas políticas y trabajar por rescatar una figura, la de Rey, sin la cual el Carlismo perdía su sentido. Testimonio de su buen hacer es la entrevista, publicada recientemente en ‘Reino de Valencia’, a Don Carlos Javier de Borbón y en la que se empieza a vislumbrar el comienzo de ese anhelado reencuentro.

Quienes apreciábamos y queríamos a José Miguel coincidimos en que era una persona de gran erudición, afable en el trato y prudente siempre en sus planteamientos y en sus consejos. Gracias por ellos, querido amigo. Su domicilio, sito en la calle Ángel Guimerá, y que durante un tiempo ejerció de sede provisional del círculo “Aparisi y Guijarro”, cobijaba una biblioteca interminable de libros y revistas que daban buena nota de una talla intelectual de primer orden cuya pérdida va a lamentar esta Santa Causa a la que José Miguel dedicó su vida.

Descansa en Paz, José Miguel, te echaremos de menos.

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